[Text in Spanish]: París, 4 de julio de 2008
EJ:
Usted ha publicado hace tiempo un artículo, y recientemente un libro, sobre el Telescopaje de generaciones; a partir del caso Mario, un tratamiento psicoanalítico que usted efectuó en Buenos Aires. Me parece que esto dio lugar a su posterior teorización acerca del telescopaje de las generaciones. ¿Qué nos podría decir al respecto?
Haydée Faimberg:
En efecto, dos pacientes que yo tenía en análisis en Buenos Aires en 1970, Mario y Jacques, me indujeron a buscar una teorización adecuada a las situaciones clínicas que ellos planteaban. Se me hizo evidente, tal vez porque mi escucha cambió en ese momento, que la evolución de esos dos pacientes aportaba una respuesta clínica a cuestiones y preguntas teóricas que aún no me había formulado.
Mario constituye un caso ejemplar: mantenía una distancia psíquica enorme, estaba ausente psíquicamente, pero interpretar esa ausencia no tenía sentido porque él no estaba ahí para escucharme. En un momento crucial, en que vino a sesión para anunciar que debía interrumpir su análisis, se abrió paradójicamente uno de los momentos más cercanos que tuvimos; esa sesión, puedo decirlo ahora, cambió el curso de mi pensamiento analítico.
En el momento de anunciar que debía interrumpir su tratamiento (pues la inflación estaba socavando sus magros ingresos y el dinero no le alcanzaba para llegar a fin de mes), Mario manifestó angustia, interés y un evidente deseo de continuar. Para mi sorpresa, tratándose de un paciente tan distante de la relación conmigo y con la realidad, me dijo que un amigo le había propuesto que comprara dólares (cosa que los argentinos hacíamos en ese tiempo para protegernos de la inflación.) Y que a la pregunta de su amigo, de si sabía cuánto valía un dólar, Mario había respondido que un dólar valía dos pesos. Al mismo tiempo que me cuenta esto, Mario esboza una sonrisa tierna, de gran contacto con algo que parece tener en el bolsillo, porque hace un gesto como para verificar que hay todavía algo allí. Y añade en tono totalmente impersonal y distante que el amigo le informó que el dólar valía 5.000 pesos. Lo que me llamó la atención fue tanto la disparidad enorme entre los dos valores del dólar como la discordancia entre el tono distante de su relato y el acercamiento tierno a algo que parecía guardar en su bolsillo.
Frente a la amenaza de que fuera ésta su última sesión, me sentí en la obligación de decirle algo, al mismo tiempo que experimentaba la dificultad de poner en palabras eso que le quería decir. Lo que Mario decía era enigmático en el doble sentido de que yo no sabía qué quería decir y de que lo que decía me acercaba a él como nunca antes, de manera sorprendente.
La primera vía de acceso que encontré consistió en decirle cómo yo estaba […]
Graciela Consoli, Ezequiel Jaroslavsky leave a comment