I describe and you prescribe! Do not! I describe and you prescribe!

[Text in Spanish]: Si imagináramos un diálogo entre un psicólogo científico y un psicoanalista, quizás resultara algo así…? Llamémosles PC y PS.

PS: Lo que yo hago es una descripción de la realidad, lo que tú haces es pura ideología, casi diría teología. Yo me ciño con respeto a una realidad clínica y humana que es muy compleja, que tiene muchas variables (para decirlo en tu lenguaje) que no se pueden separar, y que copulan alegremente según todas las figuras del Kama Sutra y algunas otras. En cambio tú pretendes aislar una sola y aplicarle tus famosos instrumentos de medida, con lo que acabas midiendo algo que solamente existe en tu imaginación…

PC: Tú, que me acusas a mí de… no me hagas reír. ¿Quieres saber lo que haces tú? Tú eres el que abusa de inventiva, porque suponiendo (suponiendo!) dicha complejidad (¡cómo te gusta esta palabra!), crees que respetas tu realidad clínica pretendiendo abarcarla toda junta. Lo que ignoras es que haciendo lo que haces nunca podrás abarcar una realidad más compleja que tú mismo, y por despreciar mis instrumentos de medir te conviertes tú mismo en la medida de todas las variables y para colmo sin saberlo, tú que te jactas de ser tan respetuoso con la realidad doliente de tus pacientes.

PS: Escucha por favor… lo tuyo es pura ideología disfrazada de método científico. Ya lo dijo Nietzsche, ese gran psicólogo natural y pionero de todas vuestras temidas angustias epistemológicas: El siglo XIX no ha sido el de la victoria de la ciencia sino el de la victoria del método científico sobre la ciencia. Él, que pretendía para la psicología el trono de reina de las ciencias, sabía de lo que hablaba, y sus enunciados conservan tanta verdad y frescura que da pena que autores tan inspirados como Thomä y Kächele (1989) pretendan conectarlos, (muy ambivalentemente por cierto) con principios de constancia fechnerianos, en su aspiración a de ope-racio-nalizar (trabajo me cuesta soltar este vulgarismo)…

PC: Aunque te cueste no tendrás más remedio que acostumbrarte a decirlo, aunque yo no tendría ningún inconveniente en que propusieras otro término con tal que significara lo mismo. A mi no se me conmueve ningún hidden Keeling por esas cuestiones de palabras que a ti y a tu querido Freud tanto os preocupan. Reconozco que cuando estás en tu consulta sea importante encontrar le mot juste que exprese ese singular (¿será tan singular como quisieras?) estado emocional de tu paciente, pero en ciencia, (¡en ciencia!) lo que necesitamos son descripciones que trasciendan el caso, ejes transfactuales (como la masa de los objetos, o el peso atómico por ejemplo) que nos permitan… pero si esto hasta tú lo sabes de sobra!

PS: Tienes razón, y no creas que desdeño tus afanes…

PC: Tú me acusas a mí de ideologizar mi lectura de la realidad. Pero ya lo dijo Galileo, el libro de la naturaleza está escrito en números, y hasta los seres humanos, tan orgullosos de su singularidad se parecen bastante entre sí —lo dice Strenger (1991), uno de los tuyos— como para que ni tengan derecho ni les convenga despreciar a la ciencia. Bien que cuando lo necesitan acuden al médico, no sé que os habéis creído vosotros, los psico…lo que sea, y en especial los psicoanalistas. Si al final acabaréis dándole la razón a mi tía cuando dice que al final vosotros hacéis lo que antes le tocaba al confesor.

PS: No corras tanto. Es evidente que ignoras que la historia de la psicoterapia, y muy especialmente la del psicoanálisis abunda en investigaciones. Y no sólo sobre si Freud tuvo un affaire con su cuñada, o Melanie Klein con su yerno o Lacan con alguna analizante. No, también investigaciones sobre resultados de los tratamientos, y sobre los procesos que operan en el mismo. Y también sobre las variables que […]

Guillermo Mattioli
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