[Text in Spanish]: En el anterior número de la revista Intercambios Ramon Riera se ocupó de un trabajo mío que se publicó entonces. Hoy con agrado doy respuesta a los comentarios y preguntas que quedaron planteados en aquella oportunidad. Quiero agradecer expresamente a Ramon la atención que dedica al trabajo de un compañero. No es habitual que tal cosa suceda. Y todavía es menos corriente que se haga con cordialidad y con generosidad. Hace bastantes años que ambos hablamos y reflexionamos acerca de cómo tratar mejor a los pacientes, es decir, cómo ayudar a que las personas que nos visitan tengan una vida mejor. Intentamos ser beneficientes con nuestros enfermos, aunque algunos o algunas supuestamente sabios o sabias bromeen cuando oyen que alguien usa y estudia con relación al tratamiento psicoanalítico palabras del tipo: ayudar, ser beneficiente, trabajar pensando en el bienestar del otro, ser sensible al dolor ajeno, etc. Hablamos y pensamos sobre la técnica, sobre las buenas y las malas teorías, sobre lo que puede haber de espurio en el psicoanálisis. Solemos ser libres en nuestras reflexiones, y, aunque podamos disentir, nos respetamos. Pero estamos dominados por un vicio o, quizás, por una virtud: necesitamos la libertad y nos ofende el doctrinarismo.
Riera se refiere a Kohut y a la empatía para intentar comprender lo que puede haber de excesivo en las teorías psicoanalíticas. Estoy de acuerdo con esta visión y volveré a ella en más de una ocasión. En el principio de la historia del psicoanálisis no se tuvo gran aprecio por la empatía; se tuvo y, a menudo se sigue teniendo, cierta propensión a la racionalización: intelectualismo de la interpretación, especulación abusiva que se presenta como análisis de las profundidades, complicaciones innecesarias en el análisis de la transferencia, etc. Aunque es bien cierto que Freud habla de la empatía, sin embargo no le otorgó la importancia decisiva que su consideración y cultivo deben tener para adquirir y mantener una técnica neutral, es decir, una técnica que no adoctrine. Para mí una técnica que quiera ser neutral tiene que ser empática y, viceversa, para ser empático en el trabajo se debe ser neutral. De ahí que en mi libro de 1994 propusiera que los principios metódicos del psicoanálisis debían ser la neutralidad, la empatía y la abstinencia del profesional para conseguir acceder a la libre atención, uno de los dos pilares del tratamiento psicoanalítico. Hay que procurar ser neutral para no menoscabar la libertad de expresión y asociación de los pacientes, el otro pilar fundamental de este método terapéutico. Ellos siempre acaban notando cuando el terapeuta no puede ser neutral y entonces suelen sentirse coaccionados. Ahora bien, sin empatía la neutralidad […]
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