[Text in Spanish]: En la primera variación, como si de la obertura de una ópera se tratase, el compositor Mario Jaite nos presenta los temas de los tres personajes protagonistas: “un victimario, una víctima y una cama”. Estos tres compases constituyen la melodía central de esta primera variación. Se van repitiendo de forma continuada, sólo con pequeños cambios, sin solución de continuidad: Procustes, su lecho, y el viajero que cae en sus manos; el niño que nace con una dependencia y una vulnerabilidad absolutas, los adultos, y el lecho donde es educado; un hombre fuerte, otro débil, y una cama; un poderoso, un angustiado, y una cama. La cadencia repetitiva de estos tres compases va creando un paisaje musical que el público de psicoanalistas observa con deleite, con la reconfortante sensación que dan aquellas músicas que nos son familiares, que de tan conocidas uno las puede tararear por dentro mientras las escucha. Pero una penúltima repetición, interpretada por unos instrumentos nada habituales en la orquesta freudiana clásica, empieza a crear un cierto efecto disonante: un padre poderoso llamado Layo asesina brutalmente a su hijo Edipo, impulsado por el terror (loco) de que éste se salga de la cama previamente adjudicada. Algunos analistas de la platea esbozan muecas de extrañeza. Finalmente, ante la sorpresa y sobresalto general, los tres últimos compases son ejecutados por músicos previamente camuflados entre el público que de una manera contundente interpretan la última melodía: un psicoanalista, un paciente, y un diván. El público de analistas queda preso de la inquietante sensación de que esta siniestra música procrustiana sale de sus propias almas.
La segunda variación se centra en el analista-procustres. El analista no entiende lo que dice el paciente. El analista tiene un diccionario (arsenal interpretativo), que le sirve para traducir lo que no entiende. A veces lo que dice el paciente no está en nuestro diccionario, y entonces corremos el riesgo de obligar al paciente a hablar con las palabras de nuestro diccionario. Por ejemplo el paciente dice “árbrol”, y nosotros contestamos “en realidad usted quiere decir árbol”. Y si el paciente es muy frágil, no le queda más remedio que someterse, y dejarse amputar la letra que sobra. Según el diccionario que tengamos (freudiano, kleiniano etcétera) amputaremos unas letras u otras. Como se ve, se trata de una música bastante macabra. Pero lo macabro no acaba ahí; Jaite nos avisa (luego en la quinta variación volverá a aparecer esta misma melodía de una forma más desarrollada) que: “lo que no entiendes de lo que dice no se escucha”. Más truculento todavía: cambiarle alguna letra al discurso del paciente es como cortarle un pie, pero no escuchar lo que dice es ningunearlo, anularlo, es decir cortarle la cabeza. […]
Ramon Riera leave a comment