[Text in Spanish]: Considero que, ya desde los primeros instantes, la sesión de análisis está abierta a infinitos desarrollos posibles: según como interactúen analista y paciente en su diálogo, y sobre todo, según el tipo de emociones que se activen, tendremos infinitos nudos lingüístico-emocionales que nos harán pensar en la sesión de análisis como en una “obra abierta” (Eco, 1962), en la que será fundamental:
- que haya un gradiente (beta-alfa) positivo, a favor del paciente;
- que el desarrollo de la sesión tenga como “marco” la transferencia entendida como repetición y como proyección de las fantasmatizaciones del paciente;
- que permita el desarrollo de la “historia” útil al paciente, y no la confirmación de las teorías del ana-lista (o por lo menos que esta confirmación no impida el proceso de transformación de elementos beta en elementos alfa);
- que se tenga en cuenta el hecho de que son infinitas las posibles “historias” que se pueden construir con el paciente; y que cada modelo corresponde a una historia con un dialecto distinto: el de la infancia, el del mundo interno, el de la relación actual, etcétera.
La respuesta del paciente es lo que nos permitirá orientarnos en el camino a seguir, si consideramos en ella la presencia de tres elementos:
- un quantum de transferencia como repetición;
- un quantum de transferencia como proyección al exterior de fantasmas;
- la organización de todo esto a través del pensamiento onírico de la vigilia (Bion, 1962) “que sueña” la respuesta al estímulo interpretativo en tiempo real.
Es muy importante poder pensar en la teoría, no como la más verdadera, sino como la más adecuada para que permita funcionar analíticamente al analista: siempre que la mayor parte del material a través del cual se construye provenga del paciente, de su historia o de sus identificaciones proyectivas.
Me ayuda, como activador de pensamientos, la conceptualización narratológica relativa a los “mundos posibles”. Es éste un concepto que se desarrolló inicialmente en el ámbito de la lógica modal y extendida a la semiótica del texto por autores como Petofi (1975), Van Dijk (1976) y Pavel (1976).
La definición de Platinga (1974) es “a way the world could have been”.
Un buen ejemplo lo encontramos en la película de Nichetti Stefano Quantestorie (Cuantas historias), en la que, según el prevalecer de una vicisitud emocional o de otra, se delinean y se estructuran varias historias que habrían podido ser.
Los “mundos posibles” se entienden, también, como todas las previsiones que el lector hace a medida que lee un texto, y tienen que ver con los conocimientos (las teorías de que se dispone). Estas previsiones, a menudo, nos separan de lo textual y nos llevan a construir mundos posibles sin ninguna relación con lo que el texto sugiere, allá donde ten-dría que prevalecer el respeto por las categorías de “economicidad” de la lectura y de “derecho del texto” (Eco, 1990).
La previsión del lector que se “desecha” será un esbozo de otras posibles historias, y en la situación analítica se podría activar el desarrollo de esas otras historias determinadas por los conocimientos o por distintas categorizaciones (Bion, 1965).
No es, entonces, indiferente la respuesta del ana-lista (y aun más, no es indiferente la disponibilidad de su mente a acoger y a dejarse transitar por las identificaciones proyectivas), al contrario, es a partir de ésta cuando se pueden generar tantas historias posibles hasta las extremas variantes de la reacción terapéutica negativa, impasse, transferencias psicóticas, interrupciones (Barale, Ferro, 1992; Ferro, 1993e, 1994), y, menos dramáticamente, las muchas historias posibles en el interior de un análisis que funcione, historias que serán distintas según la […]
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