The Musical analysis by Ramon Riera

[Text in Spanish]: 1) Ha sido placentero leer tu comentario. De hecho, es más que una reflexión acerca de mis Variaciones. Tiene la consistencia de un trabajo que armoniza bien con el mío y que además es divertido e inquietante como un cuento de Cortázar. En cuanto a la musicalidad, está en el aire, que es donde debe estar.

Muchas veces en Inter-nos de verdad (es decir en privado, privado) hemos protestado por la somnolencia que nos generaban algunos textos psicoanalíticos. Y es como si nos hubiéramos impuesto, si escribíamos para publicar, tratar de no tropezar con esa piedra, además de ser veraces. Como sabemos, con el narcisismo en juego no siempre es el camino más fácil. Además evitar la incontinencia verbal o escrita….Tú sabías que yo quería emular un choro de H. Villalobos (1924), hermosísimo y acabado y que solamente dura menos de tres minutos.

2) La Transferencia puede ser una cruz o un bote salvavidas en el océano o una señal que indica el camino en una ciudad desconocida. O el efecto en el paciente de la personalidad o de la técnica de su analista (Balint, 1957).

El vínculo paciente-analista, como espacio para emitir “ruidos inconexos”, no memorizables y aparentemente sin sentido, reclama un bajo y un batería para que aparezca la “musicalidad bella” que contienen (como lo dices de Jimi Hendrix). Este bajo y este batería deberán saber muchas matemáticas, como quien escribe un soneto que contiene 14 versos endecasílabos. Ni uno más ni uno menos.

Si podemos reconocer al otro, si se toleran las diferencias, si nuestro lecho de Procusto como medida de nuestro narcisismo nos lo permite y si se conserva la capacidad de asombro, se pone en marcha el proceso analítico: un juego reglado para despejar incógnitas que se habla hasta que algo se siente y se entiende.

Aceptemos, también, que puede ser el lugar de aplicar pensamientos ya pensados antes de conocer la incógnita.

3) Los hombres estamos expuestos a erosiones narcisistas. Sobrevienen entonces angustias que Winnicott (1962) llamó catastróficas o impensables. Las describe como la vivencia de caer para siempre, de despedazamiento del cuerpo, de perder la relación con el cuerpo y la pérdida de la orientación. Tú hablas de la truculencia de las caras caídas por la vergüenza, las amputaciones-estiramientos procustrianos, la crucifixión… (todo esto metaforizado por Edipo Rey). Truculencia que nos impone la obligación de defendernos que tenemos los hombres. Pacientes y analistas. Los primeros, eternizando la dependencia, con obsesiones, con fobias, con histerismos, con paranoia. Y los analistas, lo mismo, defendiéndose como pueden: a veces analizando con el piloto automático puesto, como los aviones. Otras en plan artesano. Ya se sabe que lo artesano es irregular y perfectible. Que es incompatible con la producción en serie.

4) En mis Variaciones (que es un divertimento) pretendí decir que el lecho de Procusto representaba la unidad de medida narcisista de las personas que analizan, se analizan, que educan.

Procrustes, personaje mitológico griego y temido, poco a poco se ha ido transformando en el eufónico Procusto, más fácil, más familiar, como uno, de todos los días.

Terminado ya este viaje por Inter-nos propongo que recupere su disfónico nombre de Procrustes, que regrese al diccionario del que no debió salir y que vuelva a ser un mito. Y que no nos coja por sorpresa si por casualidad estamos cerca de Atenas.

Mario Jaite
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