The power of identifications and beliefs in the work of Jorge Luis Borges

[Text in Spanish]: Introducción

La memoria de Shakespeare es un cuento crepuscular del último Borges.

Ha sido escrito al final de su vida e irradia sobre su obra anterior la luz fría de un astro que se apaga.

En este sentido este relato puede leerse como una versión (o inversión) postrera, grave y melancólica, de esa jubilosa entrada a la literatura de ficción que, de creerle a Borges, tuvo lugar recién en 1939, con Pierre Menard, autor del Quijote.

Si Pierre Menard, un escritor francés de segunda línea, pretendía allí llegar al Quijote sin querer ser Cervantes (sin querer dejar de ser Pierre Menard, un escritor simbolista del siglo veinte), Hermann Soergel, el narrador de «La memoria de Shakespeare», acata un destino opuesto: el de ser William Shakespeare (Rodríguez).

En este cuento Hermann Soergel recibe la memoria agobiante de un otro que no se ausenta jamás y expone su fracaso: se halla totalmente incapacitado para contrarrestar los invasivos deseos ajenos implantados en él.

Encuentra, como única solución frustra para distanciarse de esa situación conflictiva y traumatizante, una identificación masiva con los deseos incumplidos e impuestos por otros en él y la misión de redimirlos.

Finalmente permanece acantonado, rendido y sufriendo en un laberinto narcisista-masoquista, como si hubiera sido programado para la obediencia y la sumisión.

Su problema no es querer recordar, sino no poder olvidar.

No poder desasirse del hechizo del poder identificatorio parental que lo oprime sin tregua.

De este cuento dice Piglia:

Hermann Soergel es un oscuro académico alemán consagrado a la obra de Shakespeare, que recibe el inesperado don de su memoria personal. Pero su resultado es decepcionante, la memoria de Shakespeare lo aplasta, y sólo sirve para vanos fines eruditos. El don de poseer una memoria ajena se vuelve terrible cuando el heredero termina poseído por ella.

Tener o ser tenido por una memoria impuesta, esa parece ser la cuestión.

Este último cuento de Borges, surgió de un sueño. Borges, a los ochenta años, vio un hombre sin cara que en un cuarto de hotel le ofrecía la memoria de Shakespeare. «Esa felicidad me fue dada en Michigan» cuenta Borges.

No era la memoria de Shakespeare en el sentido de la fama de Shakespeare, eso hubiera sido muy trivial; tampoco era la gloria de Shakespeare, sino la memoria personal de Shakespeare.

A continuación pondré este cuento en el diván […]

Luis Kancyper
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