A propósito de «Diálogos entre arte y terapia. Del «arte psicótico» al desarrollo de la arteterapia y sus aplicaciones» de Eva Marxen

Diálogos entre arte y terapia. Del «arte psicótico» al desarrollo de la arteterapia y sus aplicaciones
Eva Marxen
Barcelona: Gedisa editorial, 2011

El libro que presento a los lectores de Intercambios tiene un título interesante: Diálogos entre arte y terapia. En él, la autora pone a dialogar diferentes lenguajes sobre aquellos aspectos de lo humano en que coinciden lo mórbido y lo creativo de cada uno, no como opuestos sino como núcleos de experiencias privilegiadas. Y, es a destacar, lo relevante de recurrir al diálogo en un momento en que el sujeto, su malestar, su proceso creativo, el arte, la cultura en definitiva parecen no tener demasiado interés en tanto impera un reduccionismo biológico que niega o banaliza la subjetividad, el registro del deseo, de la culpa y de la responsabilidad que corresponden a la dimensión humana.

El arte es una de las maneras que hemos encontrado, a lo largo de los tiempos, para tratar con lo real, es decir, para bordear lo imposible, lo insoportable, la discordancia que está en el centro de la condición humana. ¿Y la terapia? La autora desgrana su conceptualización en todo el recorrido del libro, planteando al arte como herramienta terapéutica que labora en pro de la recomposición de una trama simbólica fracturada, así como el valor de la sublimación para el sujeto que padece. Cuestión que evoca al poeta Heine, citado por Freud en 1914 en Introducción al Narcisismo: «Enfermo estaba y eso fue de la creación el motivo. Creando convalecí y en ese esfuerzo sané».

Eva Marxen, doctora en antropología, arterapeuta (MA) con formación en psicoterapia psicoanalítica y psicoanálisis, gran conocedora del mundo del arte, docente en la Escola Massana, colaboradora del MACBA en diferentes proyectos de arte y psicoterapia, nos ofrece un libro serio, riguroso, que hacía falta ya que en estos tiempos de desconcierto suelen proliferar terapias de todo tipo que reducen el sujeto a un conjunto de conductas a tratar, o a modificar (desde esa «obra de arte [sic] oscurantista» que es el DSM), sin dar cuenta de la complejidad de lo humano, del deseo que sitúa a la verdad como causa propia de cada uno y como camino de respuesta al malestar. Así, el discurso imperante tiende a homogeinizar lo «psi», sin diferenciar las bases teóricas y clínicas en las que se sostienen.

Y algo de esa cierta banalización puede suceder con arteterapia, disciplina joven, especialmente en nuestra geografía, pese a que cuenta con un gran desarrollo en EE. UU. y Reino Unido, en donde los profesionales ya ocupan un lugar en equipos interdisciplinarios en salud mental, en la atención a inmigrantes, a adolescentes, etcétera, sea en instituciones públicas o privadas. Por ello, la autora alerta tanto sobre la crítica desmesurada y el rechazo sin conocer la disciplina, como sobre la supuesta panacea que para algunos supone la arteterapia. Es contundente cuando señala, en diferentes capítulos, que es imprescindible e irrenunciable, para dedicarse a ello, una formación rigurosa y continuada: análisis, formación teórica, supervisión y una postura ética.

Vivimos en una época en que […]

Teresa Morandi
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